sábado, 14 de septiembre de 2013

Sobre Cataluña

Escribir, reescribir.

Escribir, por ejemplo, sobre ese amigo de Madrid, que después de pasar unos días en la capital volvía a Barcelona. Y me decía que estando allí pensó un par de buenos argumentos en contra de la independencia de Cataluña. Pero luego apareció en escena Ana Botella. Y un poco más tarde los de extrema derecha animando el ambiente. Así que se quedó sin argumentos.

Argumentos.

Podría escribir cómo estos días estuve tentada con dejarme llevar por este movimiento social impresionate. O escribir: envidia. Porque paseando por Barcelona después de la cadena humana (de la que me abstuve conscientemente), se me escapaba la sonrisa. Tanta tanta tanta gente... Y las familias. Tantxs niñxs. Y la tranquilidad. Y los dos mossos (policía) paseando tranquilamente, hablando entre sí amigablemente, relajados. Y la chica a la que se le cayó un pañuelo al cruzar delante de una furgoneta de los mossos, y se paró a recogerlo tranquilamente, y la furgoneta no hizo una de sus arrancadas sin mirar, así que la chica no corrió peligro. Y las banderas. Creo que nunca había visto tantas banderas.

Argumentos.

Escribiría que en realidad esos personajes de extrema derecha en realidad le han hecho un favor a la causa independentista. Lo escribiría si esto fuera una cuestión de argumentos. Una competición por ver quien plantea mejor las cosas. Algo intelectual, o una competición entre iguales.

Y aquí daría una vuelta más de tuerca. "Eso tendría sentido si España fuera Cataluña". Escribiría esto, hasta me lo creería un poco. Sí, aun a veces se me pasan cosas así por la cabeza. Pero lo rechazo en cuestión de segundos, porque eso significa suponer que en Cataluña sí es una cuestión de argumentos, significa creer que aquí la que gente sí hace las cosas a conciencia.

También podría escribir sobre otros amigos. Podría escribir sobre los argumentos fascistas que oigo a veces. Argumentos, ya. Casi escribo que ver esto es lo que hace que se me pase el momentazo, que ya no quiera ni independencia ni historias. Lo mismo que me contaba mi amigo de Madrid, pero al revés.

Pero sabes, lo importante es que los argumentos no importan. Que si alguien te parte la cara no importa que no tuviera razón. Que en realidad, tener razón, así en general, no importa una mierda. Ni siquiera te dan una medallita ni te ponen un punto positivo.

Y luego miran la tele, y escuchan lo que dicen lxs pseudo-politicxs de siempre. Y les digo que es teatro, pero no parece que les importe mucho lo que digo. Supongo que esto último es lógico, pero este no es el tema. El tema es que se creen el teatro, y se creen que importa lo que dice uno o dice otra. Y no importa una mierda nada de todo eso. Importa lo que hacen. Importa que se admita que unos fascistas entren en un lugar y agredan a la gente. Importa que se iguale eso a la agresión a unos símbolos, como si los símbolos sintieran. Importa que se prohiba preguntar. Importa que confundan lo que hacen con la democracia o con la política real. Y las relaciones de poder ni las mento, porque las relaciones de poder están muy lejos de ser consideradas algo relevante (así, a nivel conceptual).

Y aquí escribiría sobre esas personas que no pueden pagar sus deudas y se creen que es culpa suya y que se merecen las desgracias que viven. Podría escribirlo porque es lo mismo. Es a lo que lleva creerte el teatro.

Escribir - Reescribir.

Mientras no queráis destruir el propio estado, no contéis conmigo.

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