viernes, 22 de febrero de 2013

Pesadilla

Viajamos en avión. Aunque la imagen es de película, sin obstáculos para la vista. Todo es de tonos ocres, para reafirmar la sensación de opresión. Hay aviones de combate en el cielo. Muchos y en formación. Y en tierra, a la que nos vamos acercando, tropas militares, de personas iguales, ordenadas, marcando el paso. Puedo oír ese ritmo de fondo.

A mi izquierda está sentado uno de mis amigos. A mi derecha, un hombre que no conozco. Está hablando de las batallas que hay a cierta distancia y de las ganas que tiene de ir a combatir. Sonríe orgulloso, feliz. Tiene cara de fanático. Le contesto diciendo algo así como que sí, que si tiene tantas ganas debería ir. (Aunque me da asco la idea de que alguien participe en una guerra, entiendo que es lo que quiere hacer, así que me pongo en su lugar y la conclusión lógica a la que llego es esa). Acabo diciendo que aunque muera, total, la vida son dos días. Mi amigo me da la razón, y veo la misma expresión de tristeza, de derrota, que siento yo. Le pongo una mano en el brazo, en una caricia que me sale de dentro. Mientras lo hago pienso que no debería haberlo hecho (un gesto demasiado íntimo), pero a él no le molesta. Al contrario, pone su mano sobre la mía, comprendiendo, compartiendo. Siento la calidez en mi piel.

Ya hemos aterrizado y estamos en una cafetería. Aun hay algo que tomar. Bebidas calientes, galletas con envases individuales. Hemos venido por esto, mi amigo es el que comercializa estas galletas. Se me pasa por la mente levemente el pensamiento de si es ético ganar dinero con esta situación, aunque sea haciendo algo que la gente agradece. Pero no le juzgo, la vida es complicada. Y por lo menos él está tan en contra de la situación como yo.

Como banda sonora, esta canción. Sí, mis sueños tienen banda sonora, y además suena bastante alta. Lo más curioso es que ni siquiera es una canción que haya escuchado demasiado, y tampoco tiene mucha relación con la historia.

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