sábado, 16 de febrero de 2013

Cambio social

Recuerdo unos vídeos de Teresa Forcades en los que hablaba sobre feminismo. En catalán. Discutía sobre los feminismos de la igualdad y los feminismos de la diferencia y los problemas que veía en ambos. Discutía también sobre la individualidad y la colectividad. Y llegaba a la bonita conclusión de que llegará un momento en que voluntariamente y de forma consciente elegiremos anteponer los intereses de la comunidad a nuestros impulsos primarios (que como contaba ella misma, no siempre son buenos, ni siempre es deseable seguirlos).

Escribo de memoria y ya hace meses, pero creo que iba por ahí...
Por cierto, si alguien los mira y se pregunta qué significa escatología, es algo sobre lo que ya escribí

Ella cree en la humanidad. Quizá porque también cree en Dios. Ese anteponer la colectividad a la subjetividad es lo que yo suelo llamar responsabilidad. Y es el punto esencial para poder concebir una sociedad anarquista en el buen sentido. Si consideras que la gente es capaz de ser responsable, entonces una sociedad anarquista (o cristiana, en un sentido primitivo) es posible. En caso contrario, no. Mi problema es que yo no tengo esa confianza en la humanidad, así que soy una anarquista frustrada.

A principio creí que el problema era la educación. Ese término tan amplio y donde suelen ponerse todos los problemas del mundo. Ahora veo que incluso entonces ya pensaba en las estructuras sociales desde las que partimos. Esas estructuras son incompatibles con sistemas igualitarios. Es difícil llegar a vivir en la misma planta cuando unxs empiezan en un ático y otrxs en el sótano, y a todo el mundo le parece lógico que sea así y así siga siendo. Quien vive en el ático debe elegir bajar. Quien vive en el sótano debe montar una revolución para tirar el edificio al suelo.

En la historia ha habido grandes revoluciones. Y ninguna ha conseguido tirar el edificio al suelo. A lo sumo se ha conseguido tirar a algunas de las personas que vivían arriba, pero de poco sirve si las estructuras (mentales) permanecen.

Al principio creí que desde la educación se podía cambiar todo. Luego vi que no, que la gente es demasiado manipulable. En TV3 hablaban sobre consumo (en catalán), y entre otros temas, salió el neuromarketing. Al final de su intervención, el hombre dice algo así como que es ético mientras "no se haga un mal uso". Ante lo cual no puedo dejar de preguntarme: ¿quien decide qué es un mal uso? A mí el propio concepto ya me parece un mal uso por definición.

En algún momento creí que solo algunas personas son capaces de pensar en términos de igualdad. Lástima que la vida se empeña en querer demostrarme lo contrario. Empiezo a creer que si hay alguien que realmente pueda pensar de forma igualitaria, acaba encerrándose en algún lugar por pura desesperación. O algo así.

Para dar un enfoque más o menos positivo. Ahora intento creer en la democracia participativa. Y en contar las verdades, aunque a menudo sean autoengaños. Por ejemplo, es imprescindible que la gente sea capaz de darse cuenta que cada vez que en política dicen "transparencia" en realidad quieren decir "opacidad de colores diferentes". La transparencia debería ser absoluta, sin matices, sin a continuación apelar al "derecho a la privacidad". Eso no es transparencia.

Ahora hasta el PP y el PSOE hablan de listas abiertas. Igual ya se han dado cuenta hasta ellos de que eso no supondría una gran diferencia. Apenas un matiz, algo que no cambiaría nada. Por eso puede que se consiga. No está mal, sería un avance, pero falta mucho más. Lo relevante es: el nivel de poder de los partidos políticos, y el reparto de votos en los territorios. Hay varias provincias que son demasiado pequeñas, incluso si quiere mantenerse un reparto de representantes por provincias. Además, como mínimos que deberían cubrirse para imaginar decentemente que vivimos en democracia, se debe poder regular directamente desde del pueblo. Facilitando los referéndums, facilitando los referéndums locales, facilitando las ILP, etc.

Aunque lo realmente importante no es el tipo de democracia, sino el sistema económico. Los mínimos exigen que todas las personas tengan derecho a la vida en condiciones aceptables: techo, comida, agua, sanidad (por lo menos básica), gestión de residuos (especialmente orgánicos). Podemos creer que en España esto ya lo tenemos, pero no es así. Y además, aunque así fuera, mientras se sustente sobre la esclavitud en otros lugares del mundo (como sucede), no será verdad. Los mínimos deben exigirse para todas las personas del mundo.

El problema es que pedir eso y cargarse todas las estructuras es prácticamente lo mismo. Espero que alguna persona más lista que yo haya encontrado alguna solución a lo que a mi me parece un gran laberinto sin salidas. Mientras, como dice Ada Colau, seguiremos porque no podemos permitirnos lo contrario.

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